Cuando vemos ese círculo de luz sólida sobre el fondo menos iluminado del plano del techo, inevitablemente caemos, una vez más, en la trampa de la percepción, y según el principio de figura y fondo, vemos que el círculo de luz se adelanta, y que el fondo queda rezagado. Así, de nuevo, nuestro ojo separa elementos que son coplanarios. Comenzamos ahora a entender las dudas que manifestaba el arquitecto sobre la percepción de este espacio. Según nos dejó Asplund por escrito [7], antes de colocar la cornisa perimetral de piedra, el espacio parecía indeterminado, ni alto, ni bajo. Eso es debido a que ni la geometría del espacio, ni su iluminación informaban con claridad de la posición real del plano del techo.
Sin embargo, una vez colocada la cornisa, la intersección entre la vertical de la sala y la horizontal del techo queda completamente borrada por la línea perimetral de sombra, de manera que la única información que tenemos para situar el plano del techo es la comparación entre los valores de luminosidad de la figura, es decir, el ojo de luz, y el fondo, o sea, el plano del techo, que espacialmente, dado su menor grado de luminosidad, se aleja. De ahí la conclusión de Asplund, que una vez colocada la cornisa, la sala parecía más alta de lo que era en realidad.

Figura 13: Sección con la cornisa perimetral. Alejandro Cervilla García

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